martes, 20 de octubre de 2009

lo que se ha dicho en la prensa de PERROS AGONICOS




PERROS AGÓNICOS (Francisco Miranda, LOM Ediciones, 1997)

“Los relatos de “Perros Agónicos” hablan de los marginados sociales, de los sueños y frustraciones de la gente, en especial los jóvenes, injustamente postergada y maltratada por la sociedad. Sus personajes –subproletarios, vagos, drogadictos, ladrones, prostitutas– se insertan en la tradición de un teatro (Miguel Acevedo Hernández, Isidora Aguirre, Juan Radrigán) y una narrativa (Baldomero Lillo, la Generación del 38, Manuel Rojas) que reflexiona sobre los desposeídos, el destino trágico del hombre, su desesperanza”.
“… donde el oficio de escribir es una actividad importante, que revela un juego de conciencia que esta construyendo un universo elocuente… El lector es constantemente atrapado y seducido por un narrador comprometido que está recordando su propia existencia y, al mismo tiempo, la de otros. (…) Poner en evidencia la falsedad de lo establecido y derogar hasta el límite  es el gesto de subversión máximo, expresado en un lenguaje popular, lúdico, que no se evade de la realidad y que es usado como barricada contra los demás espacios ocupados por el poder autoritario”.
“Sus temas y motivos –destaca la búsqueda del erotismo como energía vital– nos hablan directamente de los problemas sociales, de nuestra situación precaria en la sociedad. Los personajes, conscientes de formar parte de un furgón de cola, son caracterizados en forma dinámica, cuyo destino está trastrocado por la experiencia concreta; pobreza, miseria y estragos humanos, sociales y de riquezas naturales que provoca la sociedad opulenta y arrogante. Son personajes de una cultura, mal llamada, posmoderna y que ha diseñado al ser humano como un viajero impenitente de los márgenes, de los bordes. (…) Así, el marginal es aquel que no se deja seducir, no se deja atrapar” 1.
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 “La veintena de cuentos incluidos en Perros Agónicos confirma que en la narrativa chilena de los últimos años Francisco Miranda aporta un modo de narrar vital, definido por personajes y situaciones que nos remiten a un mundo del que creemos saber mucho, pero que no siempre somos capaces de reconoce con profundidad…”
“… Es un autor que, en el desarrollo de sus cuentos, permite aquilatar una mirada atenta para captar las condiciones de su medio, que narra con la proximidad de un testigo interesado en recrear vivencias, con un lenguaje directo, convincente, auténtico en cada uno de sus giros. Sus cuentos son duros, violentos, como esa historia cotidiana de neoprén y desamparo reiterada a diario en cualquier esquina de nuestras poblaciones. Sus personajes viven al límite, sin posibilidad de salir de la marginalidad que los golpea. Ni siquiera el amor o los sueños son capaces de redimirlos”.
“Se dice que un buen cuento es, entre otras cosas, aquel que un lector no olvida y que al releerlo le provoca el mismo asombro, la misma atracción de la primera lectura. Y los cuentos que permanecen en la memoria son siempre aquellos en los que se refleja la condición humana con rasgos firmes y profundos. En los cuentos de Francisco Miranda esa humanidad está presente en el desamparo y rebeldía de sus auténticos personajes… Cuentos que evidencia a un narrador incisivo, que construye su andamiaje narrativo con buenas historias y la recreación de un lenguaje acorde con las características de los personajes. Con esos elementos, logra esa complicidad que, como decía Julio Cortázar, está en la esencia de la relación entre un buen cuento y sus lectores” 2.
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 “El imaginario de este volumen de narraciones (re)construye un Santiago, una parte de él, que poco a poco ha abierto intersticios en la escena literaria. Un mundo marginal, que por su propia fuerza triza el espejo de las imágenes establecidas. La violencia, manifiesta y mortal, el delito, la evasión drogadicta, el abandono, la desesperanza, traspasan las calles y esquinas de la ribera poniente de la ciudad, donde se desarrollan las historias de estos relatos. Son 21 textos breves, protagonizados por personajes cuya mera existencia es una rebeldía del modelo social y, por ello, un cuestionamiento. La urgencia los mueve al crimen, para superar su postergación, pero ello ahonda más el pozo en que se encuentran. Con una prosa descarnada, que asume los giros del habla coloquial, y la constitución de personajes auténticos, el conjunto vale más por lo genuino y sólido del mundo narrado antes que por las anécdotas” 3.
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 “Perros Agónicos constituye una alternativa a la literatura del esplendor”.
“… Francisco Miranda pretende apoderarse sin ceremonias de la tranquilidad cotidiana de los lectores para empujarlos a lanzar una mirada de desconfianza y recelo a su alrededor, temerosos de encontrar a alguno de los innumerables marginados que recorren amenazadoramente los oscuros rincones de la prestigiosa realidad económica contemporánea”.
“La literatura se transforma a menudo en una molestosa forma de conciencia. Denuncia lo que los lectores no quisieran percibir o muestra aquello que no desearían o que simplemente se niegan a contemplar. Los cuentos de Perros Agónicos iluminan el sórdido reverso de una sociedad que alucinada por el brillo del capitalismo desenfrenado se obstina en ignorar sus pies de barro, la existencia de las víctimas del proceso o de quienes han quedado en sus márgenes”.
“El lenguaje de Perros Agónicos se acomoda adecuadamente a los propósitos desacralizadores. No hay colores claros ni brillantes en su vocabularios. Sólo las diferentes tonalidades de la oscuridad se alternan con la sombría coloración de la sangre. Un mérito digno de mencionarse es la creación de un estilo donde alternan con familiaridad las deformaciones del dialecto popular y las voces extranjeras impuestas en el idioma por el sistema capitalista dominante” 4.
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 “Perros Agónicos es un libro de cuentos que no tiene nada de cuento. Es pura realidad chilena. Escrito por Francisco Miranda, nos muestra a los perros sobrevivientes que realizan actos de identidad, supervivencia, ataque y humor.  Alguien podría decir que es literatura “social”, pero su calidad literaria es innegable por su fuerza, su lenguaje como perspectiva de vida, su concisión y su indisimulable exasperación.
“El libro puede ser leído por literatos y sociólogos, pero sobre todo por jóvenes de todos los sectores, que se identificarán con esas mismísimas otredades. No hay ideologías, metafísica ni pomadas políticas. Se trata, más o menos, de la realidad en vivo y en directo, sin filtros, sin moralidad de circunstancia al estilo los “reality shows” de TV. Los cuentos –breves– tienen la particularidad de mostrar los límites del mundo popular juvenil, y son también el retrato detallado del otro lado: el de los cuicos, el de la formalidad institucional y otras yerbas cotidianas.  El autor adhiere a estos personajes al borde de la derrota definitiva, de la exclusión transformada en cárcel; del crimen no buscado que es consecuencia de circunstancias inmanejables; de la rabia, el paroxismo y la exasperación sin límites de la variada frustración: familiar, escolar, laboral, sentimental. Los relatos no siguen necesariamente la convención de inicio–desarrollo–fin. A veces sólo son crónicas abiertas que no se sabe cómo terminarán. Los perros agónicos no tienen pitutos pero no se apequeñan, van por las suyas, a todo ritmo.
“Los muchachos aperrados están enojados. Contra nadie en especial, contra todos en general. Contra la milicia, contra la explotación en el trabajo, la familia, la escuela, todo. No son rebeldes reflexivos sino rebeldes en una coyuntura desgraciada. Son  de tiempo escaso e incierto y la forma expresiva del autor permite establecer una continuidad en el fondo y la forma de la narración. Los relatos son cortos y corta es también la vida de algunos de sus personajes: unos siguen agonizando, otros mueren” 5.
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­1 Aguilar, Milton, Las Últimas Noticias, 19 de julio de 1997, Pág. 23.
2 Días Eterovic, Ramón, Punto Final, Año XXXI, Nº 402, 5 al 24 de septiembre de 1997, Pág. 18.
3 La Tercera, lunes 17 de octubre de 1997, Pág. 45.
4 Promis, José, Revista HOY, Nº 1.057, del 27 de octubre al 2 de noviembre de 1997, Pág. 57.
5 Jiménez, Gustavo (sociólogo), La Nación, sábado 23 de octubre de 1999, Pág. 4.

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